UN MODELO DE DESARROLLO SOSTENIBLE VINCULADO A LA DIVERSIDAD GEOLÓGICA
Miércoles 22 de octubre de 2014
Tras algo más de una década de esfuerzos, España es, junto con Italia, el segundo país del mundo con un mayor número de geoparques. A la cabeza, con nada menos que 27 geoparques, se encuentra China. Analizaremos aquí cómo ha evolucionado esta peculiar fórmula de gestión, así como las características comunes de una red internacional de territorios tutelada por la Unesco. El objetivo de todos ellos es favorecer la conservación y el desarrollo sostenible a partir del patrimonio geológico.
por José M. Quero, Pablo Rivas, Leire Barriuso, Ferran Climent, Alberto Gil,
Ángel Hernández, Javier López, Ana Ruiz y Alicia Serna
El pasado de la Tierra no es menos importante que el pasado de la humanidad. Es hora ya de que ésta aprenda a conocerlo; es una memoria anterior a la memoria del hombre y un nuevo patrimonio: el patrimonio geológico.
Declaración internacional de Digne (Francia) sobre los Derechos de la Memoria de la Tierra (Unesco, 1991)
Desde que se otorgó protección a las tierras de Yosemite en 1864 y fue declarado el emblemático Parque Nacional de Yellowstone en 1872, siempre ha existido un elemento presente, aunque a menudo no reconocido: los valores geológicos. De hecho, tanto en la literatura como en la normativa encontramos una interminable lista de eufemismos, como “valor paisajístico”, “espíritu del lugar” o “carácter”, que se refieren, sin decirlo, al patrimonio geológico. Es de sobra conocida, aunque no siempre apreciada, la inmensidad de los tiempos geológicos y la azarosa evolución de la vida en nuestro planeta. Pero raramente pensamos en que todo el sustento de la biota, los paisajes, las redes hidrográficas, los suelos, a menudo las características climáticas de los territorios, la propia actividad humana y un inacabable etcétera, recaen sobre el sustrato geológico y su convulsa historia.
Más de un siglo de conservación y gestión ambiental ha servido para que los valores geológicos hayan sido, en algunos casos, precursores de la declaración de espacios protegidos por todo el mundo. En el caso de nuestro país, el Parque Nacional del Valle de Ordesa en 1918 o el Sitio Natural de Interés Nacional Picacho de Cabra en 1929. Pero, no nos engañemos, el patrimonio geológico no ha recibido suficiente atención en las políticas de gestión y uso público. En un inmenso ejercicio de desacierto ambiental histórico, hemos llegado casi a disociarlo de la conservación, por considerarlo, erróneamente, menos importante y menos frágil que el patrimonio biológico. ¿Quiere esto decir que la geología ha estado desamparada en nuestro país? Pues tampoco es eso, ya que desde el siglo pasado se ha refugiado en diferentes figuras legales (1). Por ejemplo, la Real Orden sobre Sitios y Monumentos Naturales de Interés Nacional de 1927, inventarios como el de Paisajes Sobresalientes o el de Espacios Naturales de Protección Especial en los años setenta, la Ley de Patrimonio Histórico de 1985 y la Ley de Conservación de Espacios Naturales y de la Flora y Fauna silvestres de 1989. De forma más específica, también hay que contar con los Puntos de Interés Geológico del Instituto Geológico y Minero de España y, más recientemente, con la Ley de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad (Ley 42/2007), que ha supuesto un punto de inflexión importante al reconocer la geodiversidad como parte sustancial de nuestro patrimonio natural. Pero la realidad es que, en el panorama ambiental global, carecemos de suficientes herramientas, proyectos e iniciativas para ubicar la geodiversidad en el punto de mira de la conservación, el desarrollo sostenible y el propio público.
Pie de foto:Agujas kársticas en el Cerro del Hierro, dentro del Geoparque de la Sierra Norte de Sevilla. Además de geositio, este lugar ha sido declarado también Monumento Natural (foto: Pablo Rivas).
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