NUESTRO SATÉLITE TIENE UNA FUERTE INFLUENCIA EN LA ACTIVIDAD DE ESTAS AVES MARINAS
Miércoles 22 de octubre de 2014
Un estudio del petrel de Bulwer en Gran Canaria ha desvelado la notable influencia de la Luna sobre las aves pelágicas. Tanto las distintas fases lunares como el número de horas en las que nuestro satélite es visible en el cielo, e incluso el ángulo de inclinación de su luz sobre la superficie marina, repercuten en la actividad nocturna de estas especies, aunque no siempre en el sentido que cabría esperar.
por Javier Luzardo, Eduardo A. García, Francisco Del Campo, José D. Morata y Simeón Pérez
Todas las aves marinas Procellariiformes son coloniales en tierra y la gran mayoría de ellas son nocturnas en sus lugares de cría. Albatros y otros grandes representantes de este orden anidan directamente en el suelo, pero en Canarias paíños, pardelas y petreles lo hacen por lo general en oquedades, cuevas o madrigueras, denominadas “huras”. Aunque estas aves, en vuelo, sólo son observables en tierra durante la noche, no pueden basarse únicamente en la visión para localizar sus madrigueras (excepto con luz lunar). También disponen de un gran olfato y utilizan la emisión de vocalizaciones para comunicarse (1).
Sin embargo, al contrario de lo que cabría esperar, varias de estas especies pelágicas son menos activas en sus colonias en las noches iluminadas por la Luna que en las noches oscuras. Existen dos hipótesis distintas para explicarlo: este tipo de comportamiento podría haber evolucionado en respuesta a la depredación en las colonias o podría estar relacionado con la disponibilidad nocturna de alimentos. De cualquier modo, el hecho de que los niveles de luz de la Luna ejercen una influencia notable en la actividad nocturna de diferentes especies de petreles y pardelas es indiscutible, aunque las características concretas de tal influjo han sido vagamente descritas por la ciencia y su verdadero alcance se ha propuesto difusamente en la literatura existente.
Nuestro planeta y su satélite han compartido una compleja historia común durante 4.500 millones de años. Desde un punto de vista biológico, la naturaleza rítmica de la Luna y los cambios regulares que la acompañan en su tránsito a través del cielo marcan una escala de tiempo diferente a la del Sol, pues entre otros ciclos sale y se oculta a diferentes horas cada día. En la actualidad nuestro satélite completa una revolución relativa al Sol en aproximadamente 29’53 días (mes sinódico), cuando las fases lunares comienzan a repetirse.
Se ha comprobado que muchos aspectos del comportamiento cíclico de los animales marinos suelen estar íntimamente relacionados con el mes sinódico y con las fases rítmicas de la Luna. Por otro lado, los cambios de color e intensidad de la luz, así como su capacidad de penetración en el agua, dependen de la posición de la Luna en el cielo en cada instante y en consecuencia del ángulo de incidencia sobre la superficie del mar. Finalmente, la presencia o la ausencia de la Luna en el cielo nocturno puede indicarnos el efecto de las otras fuentes de iluminación naturales.
Pie de foto: Acantilados del suroeste de Gran Canaria, en la zona donde se ubica la colonia de petrel de Bulwer estudiada en esta isla. Arriba y a la derecha de la fotografía, se observa en la lejanía el pico Teide nevado (foto: José Daniel Morata).
Noticias relacionadas