Miércoles 22 de octubre de 2014
Los individuos que fundan una población se enfrentan a un medio que desconocen en aspectos clave como la abundancia de comida, la contaminación o la presencia de depredadores. Un estudio publicado en la revista Conservation Biology examina la translocación de unos roedores sociales, los perritos de las praderas, que arroja mejores resultados cuando se preservan los vínculos familiares.
Salvador Herrando Pérez
salvador.herrando-perez@adelaide.edu.au
El problemaQuien haya estado envuelto en varios cambios de casa sabrá que es muy distinto mudarse solo o en compañía. Por ejemplo, a la hora de repartirse las tareas o decorar el nuevo espacio. La situación es análoga cuando se trata de trasladar a un grupo de animales para que se establezcan en otro lugar. En conservación, esa mudanza se conoce como “translocación” y hay tres tipos de translocaciones según sus objetivos (1): hablamos de “reforzamiento” si los nuevos individuos se añaden a una población ya existente, de “reintroducción” cuando se llevan a zonas en donde la especie se había extinguido y de “introducción” si son trasladados a regiones ajenas a su área de distribución histórica.
Las translocaciones suelen emprenderse para nutrir poblaciones depauperadas por caza o pesca, atenuar conflictos entre personas y animales (caso de los depredadores) y revitalizar poblaciones y especies amenazadas (2). Pero la alta tasa de translocaciones fallidas en todo el mundo ha obligado a revisar los protocolos metodológicos al uso (1, 3), nada baratos en la mayoría de los casos.
El experimentoEn el curso de un experimento sobre introducción de perritos de las praderas de cola negra (Cynomys ludovicianus), la estadounidense Debra Shier (4) estudió 44 clanes familiares de estos roedores en 5 colonias establecidas en el rancho de Vermejo Park (Nuevo México, Estados Unidos). Marcó 973 individuos y determinó su sexo, edad y pertenencia a harenes familiares mediante captura-recaptura y observaciones de campo. También seleccionó diez sitios sin perritos para reintroducirlos, para lo que tuvo en cuenta la calidad del suelo, la cubierta vegetal y la distribución histórica de la especie. Shier liberó harenes familiares intactos, formados por entre 4 y 7 individuos, en cinco sitios seleccionados. En los otros cinco sitios formó harenes mezclando al azar un macho, dos hembras y dos juveniles. Transcurridos 9-10 meses de la liberación, Shier recapturó los individuos tras haber hecho un seguimiento de las hembras con crías en todas las madrigueras establecidas. Pudo estimar así las tasas de supervivencia y fertilidad, además del tiempo que los perritos habían empleado en tareas de vigilancia, alimentación y excavación de madrigueras.
PIE DE FOTO: Perritos de las praderas de cola negra (Cynomys ludovicianus) en el Parque Nacional Wind Cave, situado en Dakota del Sur (Estados Unidos). Foto: Lisa Savage.
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