Tres de los cinco lobos de la manada de San Glorio abatidos ilegalmente, cedidas por un lector del blog “Naturaleza cantábrica”.
Miércoles 22 de octubre de 2014
Al amparo de las autorizaciones para cazar jabalíes, se están abatiendo lobos de manera furtiva. Ha pasado en Cantabria, donde el exterminio de la manada de San Glorio, en la comarca de Liébana, demuestra la persecución abusiva que sufre la especie y la impunidad de quienes ni siquiera respeten los cupos legales.
Por David Álvarez
Hace unos días, un lector de mi blog “Naturaleza cantábrica” me escribió para comentarme los detalles de las matanzas de lobos que desde hace tiempo se vienen realizando en Cantabria, sobre todo en la comarca de Liébana. El episodio más macabro se conoció a mediados del pasado diciembre, cuando seis animales de la misma manada fueron masacrados en el término municipal de Camaleño, en el límite del Parque Nacional de Picos de Europa.
El lobo puede cazarse en Cantabria, aunque legalmente sólo se puede matar un animal por cada cacería de jabalí y esto fue lo que declararon los cazadores. Los otros cinco cadáveres de la manada, que son los que aparecen en la fotos de este artículo, cedidas por el lector del blog, fueron abandonados a cincuenta metros de una pista forestal, al pie de un acebo. Ni siquiera se molestaron en taparlos o enterrarlos, lo que da una idea de la impunidad existente en territorio cántabro. Allí fueron encontrados por dos guardas del Parque Nacional de Picos de Europa.
La manada masacrada contaba antes del otoño con unos diez ejemplares. Destacaba por pasar casi desapercibida, ya que su alimentación, como prácticamente cualquier otra manada de la cordillera Cantábrica, se basaba principalmente en ungulados salvajes y carroña, con una significativa presencia de jabalí. Como muestra de esta escasa incidencia sobre los animales domésticos, hace dos veranos, en los puertos de San Glorio, recalaron dos rebaños de 2.000 ovejas trashumantes, que se encontraban fuertemente vigiladas por pastores y mastines, a menos de quinientos metros del lugar donde habían criado los lobos. En todo este tiempo no se produjo la muerte de una sola oveja achacada al cánido silvestre.
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