Opinión

Investigadores y gestores: cuando colaborar es sinónimo de conservar

Corrección de un apoyo eléctrico en el Parc de Sant Llorenç del Munt, (Barcelona) donde se desarrolló un convenio de colaboración a tres partes para este tipo de medidas entre la Diputación de Barcelona, la Universidad de Barcelona y la compañía eléctrica Endesa (foto: Albert Tintó).

Joan Real

Miércoles 22 de octubre de 2014
La conservación de la naturaleza, como cualquier otro ámbito de nuestra vida que depende de una buena base científica, se mueve entre dos dimensiones: el conocimiento y la acción. Que investigadores y gestores se entiendan es vital para adoptar decisiones que favorezcan a especies y hábitats. Ahora bien, ¿está funcionando la colaboración entre estas dos esferas profesionales?

Sé que se ha escrito bastante sobre el papel de los investigadores y gestores en la conservación de la biodiversidad. Sin embargo el día a día como investigador al que le interesa que sus estudios sirvan para conservar y la relación estrecha con gestores me ha hecho reflexionar y llegar a una serie de conclusiones, quizás banales, quizás útiles, quizás equivocadas.

Hay muchos tipos de investigadores, aquellos que hacen ciencia básica (filogenia, taxonomía, ecología, etcétera), que ponen a prueba teorías clásicas o nuevas hipótesis y que lo que intentan es generar conocimiento nuevo para la ciencia. Esta labor, a veces desdeñada por los pragmáticos, es muy relevante puesto que sin ella hoy en día no tendríamos Internet, la teoría de la información u otras muchas cosas que luego han resultado imprescindibles para la humanidad. En el otro extremo tenemos investigadores –creo que pocos para el mundo de la conservación– que básicamente lo que intentan es generar conocimiento específico para resolver problemas concretos (por ejemplo, cómo tienen que ser los apoyos eléctricos para que no se electrocuten las aves). Y entre medias, un sinfín de investigadores de todo pelaje que hacemos un poco de todo.