Aunque es una especie muy escasa, debido a su alto valor económico, con suerte aún pueden observarse algunos ejemplares de bogavante (Homarus gammarus) refugiados en el interior de las cuevas.
UN HÁBAT DE GRAN FRAGILIDAD Y AÚN PENDIENTES DE EXPLORAR
Miércoles 22 de octubre de 2014
Las cuevas submarinas albergan comunidades biológicas muy singulares y vulnerables. Desgraciadamente, no sabemos gran cosa sobre su estado en la mayor parte del litoral español. Por ello, durante los últimos años se ha dedicado un esfuerzo considerable al estudio de los crustáceos que viven en las cavidades submarinas de la costa granadina.
Por Carlos Navarro, José M. Guerra, J. Manuel Tierno de Figueroa, Luis Sánchez-Tocino y J. Carlos García.
Pocos hábitats resultan tan hostiles, y a la vez suscitan tanta atracción, como las cuevas submarinas. Al sumergirnos en el agua y adentrarnos bajo tierra, en completa oscuridad, nos damos cuenta rápidamente de que es un ambiente donde el ser humano se encuentra fuera de lugar. Sin embargo, despiertan al mismo tiempo nuestro espíritu explorador y no podemos evitar sentir curiosidad por saber qué se oculta en ellas.
Desde el punto de vista biológico, las cuevas marinas tienen un enorme interés. Las comunidades presentes a menudo están empobrecidas debido a las condiciones muy limitantes que en ellas imperan (1). La ausencia de luz impide el desarrollo de especies vegetales, por lo que el flujo de energía depende casi por completo de la materia procedente del exterior, el cual es muy reducido debido al alto grado de aislamiento de estos sistemas (2). Pero precisamente su escasa conexión con el medio externo también determina que sean muy pocos los factores que las perturban. Protegidos de las corrientes y los temporales, ajenos a los cambios estacionales en la radiación solar, los organismos que habitan en las cuevas llevan una vida austera, simple y tranquila, adaptados a una estabilidad que apenas se ve alterada por el paso de los años. Todo ello determina que estas interesantes comunidades sean muy poco resistentes a los cambios y a las modificaciones de su entorno, razón por la cual la Unión Europea las considera hábitats de conservación prioritaria.
Cada sistema cavernícola y cada cueva reúnen unas características singulares que vienen determinadas por su topografía, longitud, profundidad y mayor o menor comunicación con el medio exúltiterno, entre otros factores (3). En este sentido, cabe diferenciar dos tipos de cuevas: las cuevas submarinas propiamente dichas y las llamadas cuevas anquialinas. Mientras que las primeras son cavidades presentes en la costa o en el subsuelo marino, las segundas se forman tierra adentro, con una limitada conexión subterránea al mar. Estas últimas se localizan habitualmente en sistemas calizos kársticos, caso de los célebres cenotes mejicanos, o en túneles volcánicos inundados, como los Jameos del Agua en Lanzarote. Por otro lado, el tiempo de residencia del agua marina en las cuevas anquialinas es enorme y puede estar sin renovarse durante meses o incluso años.
HemerotecaQuercus 326 (abril 2013)ref. 5301326 / 3’90Caracterización genética y estado de conservación del jameíto. Patricia Cabezas y otros autores.
Quercus 293 (julio 2010)ref. 5301293 / 3’90 €Especies africanas en las costas de Andalucía. José L. Rueda y otros autores.
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