Ejemplar de pez espada (Xiphias gladius) izado a bordo de un barco palangrero. (foto: Miguel J. Cayuela
DOS NUEVOS CASOS DETECTADOS EN PECES DEL MEDITERRÁNEO
Miércoles 22 de octubre de 2014
El aumento de la población humana y el creciente consumo de anticonceptivos han generado un incremento de la contaminación del agua por estrógenos. Algunos plaguicidas, por su parte, pueden agravar este tipo de vertidos al provocar efectos similares. El resultado es que numerosas especies de vertebrados ven alterada su producción hormonal, hasta el extremo de desembocar en un cambio de sexo.
por José Carlos Báez y David Macías
Algunas especies de vertebrados tienen la capacidad de cambiar de sexo de forma natural, a través de un fenómeno conocido como hermafroditismo secuencial. Está basado en un vuelco de la producción hormonal que tiene como última consecuencia el cambio de sexo. En este escenario, se denominan organismos protándricos aquellos que nacen machos y después se transforman en hembras; y, por el contrario, se conocen como protóginos los que primero se desarrollan como hembras y luego se transforman en machos.
En estas especies, los desencadenantes del cambio de sexo suelen estar relacionados con el grado de desarrollo del individuo. Es decir, el cambio sobreviene al alcanzar una talla o un peso determinados, como en el caso de dorada (Sparus aurata). Sin embargo, también puede producirse por cuestiones ambientales. Un ejemplo muy popular es el del pez payaso (Amphiprion ocellaris), cuyos bandos están formados por unos pocos machos de diverso tamaño y una hembra más grande que el resto. Cuando la hembra muere, el macho de mayor tamaño la reemplaza cambiando de sexo. En otras palabras, el pez payaso es una especie protándrica.
Orina y anticonceptivos
Desde mediados del siglo pasado se conoce bien la sensibilidad de algunos animales cuando se prosexponen al efecto de hormonas humanas de tipo esteroideo. Se ha demostrado que elevados niveles de estas hormonas pueden inducir cambios de sexo o individuos intersexuales de forma
no natural.
El famoso diagnostico precoz de embarazo de Hoghen, comúnmente conocido como “prueba de la rana”, se basa precisamente en la sensibilidad de los anfibios a los progestágenos humanos (Progesterona). Esta prueba consiste en inocular orina de la paciente en el saco linfático dorsal de una rana de uñas africana (Xenopus laevis). Si la rana ovula en un plazo de 24 horas el resultado se considera positivo (1). Una sensibilidad que no es exclusiva de los ejemplares adultos, ya que la exposición a estrógenos humanos, quizá por contaminación de acuíferos naturales, puede revertir el sexo de las larvas de los anfibios, feminizando poblaciones enteras (2).