Miércoles 22 de octubre de 2014
Era un secreto a voces, pero no por ello su designación como candidato del PP a las elecciones europeas ha impedido que se disparasen los balances sobre el papel de Miguel Arias Cañete al frente del ministerio que está a punto de abandonar. Ya sabíamos que iban a ser otras sus prioridades y que se sentía más cómodo en lo agrario y en lo alimentario. El propio ministro confesó en varias ocasiones que las competencias ambientales le habían caído más como una obligación que como una devoción. Pero lo que no podíamos imaginar es la magnitud de la parálisis e incluso del retroceso que se ha producido durante sus más de tres años al frente del ministerio. Sobre todo en lo que se refiere a garantías ya consolidadas –y duramente ganadas– relativas a la protección y la gestión de nuestros recursos naturales. Las ONG ecologistas no se muerden la lengua y hablan de toda una batería de medidas legales que ha impulsado con el objetivo de mercantilizar bienes básicos como el agua, el suelo y la biodiversidad, por mucho que el discurso oficial hable de fortalecer la economía y crear empleo. Por lo visto, también vivíamos ambientalmente por encima de nuestras posibilidades.
Bien es cierto que es una tendencia generalizada y que ya viene de atrás, pero la etapa de Arias Cañete deja ejemplos muy evidentes de ese enfoque empresarial de la tercera pata de su banco. La nueva Ley de Costas, por ejemplo, privatiza de hecho extensas superficies de terreno y se muestra permisiva con quienes transgredieron a su antecesora. La Ley de Parques Nacionales, anunciada a bombo y platillo como la llave que daría nuevo protagonismo al Estado, sólo parece interesarse por sacar tajada del turismo y la caza. Y para qué hablar de la normativa sobre especies exóticas e invasoras, que consiente la introducción de animales muy problemáticos con el único argumento de que generan beneficios en sectores marginales como la peletería o la pesca deportiva. Para el ministro y sus adláteres, la conservación no se entiende al margen del mercado.
A menudo se alude al carácter dialogante del ministro saliente, que ha mantenido contacto periódico con los representantes sociales. Lástima que Arias Cañete no haya aprovechado esas dotes comunicativas para algo más sustancioso que cubrir el expediente. Por ejemplo, podría haber incorporado a las líneas maestras de su política ambiental toda la experiencia acumulada por las ONG y las fundaciones con las que se ha sentado a hablar. En una época tan turbulenta, la imaginación y la apertura de miras son virtudes esenciales para bregar con la crisis.
Ante la sordera y la desgana de las Administraciones, las ONG se han convertido en una incesante fábrica de proyectos para demostrar lo plausible de eso que a veces suena tan utópico como la sostenibilidad. El grado de madurez que han alcanzado lo demuestran día a día captando recursos, creando equipos, movilizando voluntarios, colaborando con empresas, estableciendo alianzas con otros sectores sociales y, lo que es más importante, demostrando en la práctica que conservar la biodiversidad no es una traba al desarrollo, sino todo lo contrario: una oportunidad para revitalizar la economía y generar empleo. Pero todo eso Arias Cañete lo oía como si fueran cantos de sirena. Así que el nuevo titular del ministerio que queda vacante debería sentar a su mesa a estos interlocutores de lujo y compartir con ellos algo más que un café.