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Las plantas exóticas e invasoras de las islas Canarias

Una seria amenaza para los ecosistemas insulares

Miércoles 22 de octubre de 2014
Las plantas introducidas son uno de los principales problemas ambientales de nuestro tiempo.

Tienen un efecto negativo sobre la vegetación
original, son muy difíciles de erradicar y afectan
a una gran variedad de factores ecológicos.

Este hecho indiscutible se agrava en los
sistemas insulares, más frágiles y diversos

que los continentales. Ofrecemos aquí
una rápida visión de las plantas que han
logrado aclimatarse en las islas Canarias

y de las primeras medidas adoptadas
para erradicarlas.


La introducción de especies animales y vegetales es un hecho que se viene repitiendo en las islas Canarias desde los inicios de la presencia humana en el archipiélago. Sus primeros pobladores sembraron cereales y legumbres, propiciando así la llegada de las primeras malas hierbas asociadas a los cultivos. A finales del siglo XV, tras la colonización europea, las ordenanzas insulares alentaron la introducción de especies cinegéticas, como conejos, ciervos y perdices, además del cultivo de ciertas especies arbóreas de interés comercial, como castaños, almendros y nogales. La aclimatación de animales y plantas fue considerada positiva durante siglos y fueron muchos los esfuerzos que se hicieron para fomentarla. Buen ejemplo de ello es el Jardín de Aclimatación de Plantas de La Orotava (Tenerife), creado a finales del siglo XVIII para ensayar el cultivo de plantas interesantes llegadas de ultramar y que podrían introducirse después en la Península.

Así, los primeros cultivos americanos (patata o papa, maíz o millo, batata, chumbera o tunera y ágave o pitera) coincidieron con otros procedentes de la Europa mediterránea y el norte de África (frutales, caña de azúcar, vid, cereales, hortalizas, plátanos). Ágaves y chumberas ya se consideraban especies asilvestradas en el siglo XVII, mientras que muchas malas hierbas mediterráneas (amapolas, cenizos, jaramagos) ocupaban los campos de cultivo que sustituían a las formaciones vegetales autóctonas. A finales del siglo XVIII, ambas plantas americanas eran ya tan consustanciales a la naturaleza canaria como el laurel, la palmera o el drago y figuraban en cualquier descripción o grabado del paisaje insular. No es casual que el primer botánico europeo que visitó las islas, Luis Foullé, citara como curiosidades vegetales, junto al drago y otras especies autóctonas, a la malpica (Achyranthes aspera), mala hierba de origen americano, y a la patata (Solanum tuberosum). Mucho después, a principios del siglo XX, alcanzó un auge tremendo el cultivo de la chumbera, aunque el objetivo era aprovechar su cochinilla parásita (Dactylopius coccus), fuente de un apreciado colorante. Incluso hoy, sustituidas las cochinillas por colorantes artificiales, las chumberas siguen ocupando extensas superficies en todas las islas. A mediados del siglo XX, el problema se agravó extraordinariamente con las repoblaciones forestales de pinos alóctonos (Pinus radiata, P. halepensis, P. pinea) y eucaliptos (Eucalyptus globulus), así como con la llegada masiva de flora exótica ornamental, hasta alcanzar las preocupantes dimensiones actuales.

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