Lo aparentemente degradado también puede ser interesante
Miércoles 22 de octubre de 2014
Los restos de bosque que van quedando aislados en entorno a una gran ciudad como Barcelona también son dignos de conservarse, al menos para proteger la sorprendente
diversidad de hormigas que son capaces de albergar en su interior.
Cuán valiosos pueden llegar a ser los pequeños fragmentos de bosque que se encuentran junto a cualquier zona en proceso de expansión económica? Tales terrenos suelen verse agredidos por los múltiples intereses en liza y terminan irremisiblemente degradados, aunque a veces cuentan con la noble resistencia de grupos locales que intentan defender dignamente los valores paisajísticos, botánicos y faunísticos del entorno. Pero, ¿podría aceptarse que no valen nada –desde un punto de vista naturalista– y que sólo sirven para albergar fábricas, carreteras y urbanizaciones sin fin? O, por el contrario, ¿tienen algún valor los bosquetes supervivientes?
Las tierras bajas del Vallés Oriental, una comarca sumamente dinámica situada al norte de la conurbación barcelonesa, está en una época de franca expansión urbana. Actualmente es un complejo mosaico de paisajes en distinto grado de conservación, donde el desarrollo industrial ha propiciado una importante actividad urbanizadora (ciudades dormitorio, polígonos industriales, urbanizaciones). Algunas ciudades, como Granollers o Mollet, tienden a fundirse con los cascos urbanos de los municipios colindantes. La población ha crecido más de un 40% en los últimos veinte años (1) y la superficie construida se ha incrementado en un 20% desde mediados de los noventa.
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