Unos treinta mil ejemplares sufren el asedio
del crecimiento humano
Miércoles 22 de octubre de 2014
Venerado durante milenios, el elefante asiático está siendo ahora arrinconado por la población humana en unos pocos retazos de selva cada vez más aislados. Si en el siglo XX los grandes machos fueron asediados por los furtivos para robarles sus defensas de marfil, hoy el mayor problema de los treinta mil ejemplares que, según las
estimaciones mínimas, quedan reside precisamente
en la pelea con el hombre por el uso del territorio.
Cuenta una leyenda hindú que cuando dioses y demonios agitaron las aguas de los océanos para hacerse inmortales con el amrit, el elixir o néctar de la vida, emergieron nueve joyas o navratnas. Una de ellas era el elefante y, como tal, desde la noche de los tiempos fue valorado y protegido. Imagen tradicional de banderas y estandartes orientales, figura principal de templos y compañero infatigable de duras tareas forestales, el elefante asiático (Elephas maximus) se encuentra hoy en día en franca disminución. Su población no alcanza ni la décima parte de los efectivos del elefante africano (Loxodonta africana; ver Quercus 230, págs. 40 a 44).
Antiguamente, el elefante asiático alcanzó un área de distribución muy extensa: desde Siria e Irak hasta el río Amarillo (China). Pero hoy su rango geográfico se circunscribe al sureste asiático, con una población residual localizada al suroeste de la provincia china de Yunnan. La especie habita las selvas tropicales de trece países, que forman parte de la región biogeográfica indomalaya, por lo que su hábitat lo constituyen los bosques tropicales y subtropicales húmedos y secos de hoja caduca.
A pesar del gran tamaño del elefante asiático, censarlo en plena selva es de lo más complicado, por lo que no existen datos fidedignos sobre la evolución histórica de sus poblaciones. Sólo disponemos de estimaciones más o menos groseras que aseguran que a principios del siglo XX existían más de cien mil ejemplares en total.