Las flores azules del aciano (Centaurea cyanus) dan el contrapunto al rojo de las amapolas en los campos de cereal.
Miércoles 22 de octubre de 2014
El llamativo azulón de las flores del aciano resalta allí donde crece esta planta. Sin embargo, cada vez es más difícil encontrarla, pues tras una enconada lucha ha sido expulsada de los campos de cultivo. Nadie ha tenido en cuenta su incuestionable belleza, ni el repertorio de usos medicinales que ofrece.
Por J. Ramón Gómez
Durante la primavera y los primeros días del verano son muchas las hierbas ruderales que convierten los campos de cultivo en un bello mosaico multicolor. Si recorremos en estas fechas los paisajes agrarios peninsulares descubriremos con sorpresa la gama de colores que nos deparan muchas de las plantas que ya han desfilado por esta sección. Soberbios campos bermejos de amapolas, relucientes pinceladas blancas de las diferentes margaritas en mezcolanza con sus botones amarillos, dorados más intensos de la colza y de la col o esos frescos azules y morados de cardos y arvejas. Todos juntos forman los más destacados “píxeles” de la campiña castellana.
Estas mismas hierbas parecen ponerse de acuerdo para coincidir en caminos y áreas marginales, donde se entremezclan en un bellísimo arco iris vegetal. Sin embargo, las especies protagonistas han ido variando con el paso del tiempo, aunque bien es cierto que sólo los más viejos del lugar advierten tales cambios. El uso de agresivos herbicidas y otras prácticas agrícolas han reducido la diversidad de nuestros campos, hasta situar a algunas especies en una situación comprometida. Y así llegamos al protagonista de este mes, el aciano (Centaurea cyanus), que en otros tiempos destacaba en los campos de trigo y cebada.