Un naturalista que colabora con el proyecto de reintroducción del quebrantahuesos en Cazorla lleva meses siguiendo los amoríos del macho Tono y la hembra Blimunda. La crónica de esas observaciones nos brinda un testimonio excepcional del reciente nacimiento en libertad de un ave que ya ha escrito una página de oro en la historia de la conservación de su especie.
Por Francisco Javier Montoro
De manera habitual me suelo desplazar a las Sierras de Cazorla, Segura, Las Villas y Castril (Jaén y Granada) para colaborar en el seguimiento de los quebrantahuesos reintroducidos, aunque la verdadera razón es menos solemne: disfrutar de la observación de una especie tan excepcional. Gracias a ello pude localizar el valle donde vive la pareja que forman ‘Tono’ –un macho nacido 2006 y liberado ese año– y ‘Blimunda’, una hembra que acaba de cumplir los cinco años.
Desde finales del pasado verano he podido contemplar los vuelos nupciales de estas dos aves, cómo estrechaban sus lazos de pareja y cómo ‘Tono’ atacaba a los buitres leonados y las águilas reales que se adentraban en su territorio. También he sido testigo de las cópulas y, llegado octubre, la elección y construcción de un nido donde sacar adelante a su descendencia.
El pasado 10 de febrero, con la sierra atenazada por el hielo y la nieve, regreso al valle. Observo a la pareja y veo en ‘Blimunda’ una actitud extraña: vuela menos de lo normal, pasa largos ratos en el nido mirando absorta el cuenco con el plumaje esponjado y no sigue a ‘Tono’ con presteza ni acepta la cópula con entrega. Dado que ese comportamiento puede ser indicativo de una puesta inminente, espero hasta que se hace de noche para retirarme, aterido de frío, y confirmar que la hembra duerme fuera del nido.