La situación de la alondra ricotí en España es sencillamente alarmante: casi todas las poblaciones de las que tenemos datos se encuentran en regresión. Resulta por tanto urgente alcanzar un compromiso entre las diferentes administraciones implicadas para adoptar una serie de medidas que permitan revertir esta tendencia negativa.
Por Vicente Garza y Juan Traba
Ricotí, rocín, rodriguí, aportí y algunos más, igual de sonoros, son los nombres con los que era conocida entre los pastores una curiosa alondra, de aspecto similar a otros aláudidos ibéricos, pero de comportamiento peculiar y, desde luego, mucho más escasa. Su nombre oficial es Alondra Ricotí (Chersophilus duponti), una onomatopeya del característico y monótono canto del macho, con frecuencia la única señal de su presencia. Para escucharla conviene madrugar, y mucho, ya que parece desvanecerse al salir el sol. Una vez que la mañana se abre paso, la ricotí, esquiva y huidiza, suele permanecer en silencio y oculta, de forma que pasa casi totalmente desapercibida. Algunos también la han llamado el fantasma del páramo, en referencia al misterio que rodea a esta especie y a su estrecha relación con los ásperos ambientes que habita. Lamentablemente, lo que vamos sabiendo sobre la población española, la única del continente europeo, apunta a que la ricotí va camino de convertirse precisamente en eso: una auténtica aparición fantasmagórica de las estepas.
De hecho, es una de las aves más amenazadas de Europa y todo indica que no se encuentra en una situación mucho mejor en el norte de África, donde están localizados los principales reductos de la especie. También en esto la ricotí hace gala de discreción, sumida en la segunda división de las especies amenazadas. Tanto es así que la gravedad de su estado actual parece estar pasando desapercibida a casi todo el mundo.
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