Los integrantes de una reciente expedición al sur de Marruecos no podían imaginar el efecto combinado de unas lluvias torrenciales, seguidas por un boom poblacional de roedores. La consecuencia más espectacular de este cúmulo de factores fue la abundante presencia de grandes águilas, incluidas aves jóvenes ibéricas.
Por Juan Ramírez, Juan José Iglesias, Miguel González, Andrés de la Cruz y Virginia Morandini
Debido a los diferentes programas de seguimiento, reforzamiento de poblaciones y reintroducción de águilas imperiales ibéricas (Aquila adalberti) y águilas perdiceras (A. fasciata) que en los últimos años se vienen desarrollando en España, existe un número creciente de ejemplares de estas especies que portan emisores GPS y proporcionan importante información sobre sus movimientos dispersivos. Unos desplazamientos que los llevan, frecuentemente, a internarse en el continente africano.
Algunas de estas aves mueren inevitablemente durante estos periodos de dispersión pero, gracias a estos dispositivos de localización, también suponen una fuente de información novedosa derivada de las localidades y circunstancias de tales decesos.
Así, la extraordinaria concentración de águilas muertas en un tiempo y un espacio concretos que ha tenido lugar y que todavía continúa produciéndose en la costa atlántica marroquí, entre las estribaciones del Anti Atlas y el bajo Draa, nos ha llevado a descubrir cómo unas precipitaciones torrenciales han desembocado en uno de los episodios de mortalidad de rapaces más impactantes conocidos hasta la fecha en Marruecos.
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