Editorial

Lobo vivo, lobo protegido

Sábado 02 de abril de 2016

Esa fue, precisamente, la consigna más coreada el pasado 13 de marzo durante la gran manifestación de Madrid en defensa del lobo ibérico: “lobo vivo, lobo protegido”. Allí había de todo. Una Caperucita Roja dispuesta a cambiar el final del cuento. Una pancarta inspirada en los Beatles: “All you need is wolf”. El rock duro del grupo Platea como banda sonora. Un ambiente colorista y festivo. Mucha gente. Y también muchos perros, la versión doméstica de los lobos. Cuando los manifestantes aullaban en solidaridad con el lobo, los perros levantaban orejas y hocicos ante aquel griterío tan cercano a su propio lenguaje. Era la víspera del trigésimo sexto aniversario de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente y algunos proclamaban que sus lobos estaban a salvo. Otros, en contra de las fuertes campañas orquestadas por alcaldes y ganaderos, insistían en que Ávila es y será tierra de lobos; y Galicia, y Zamora, y Asturias… Pero el clamor era proteger al lobo. Evitar que se gestione a tiros. Que sea el malo de la película, un prejuicio ancestral que ya no se sostiene en la Europa del siglo XXI.



Como dijo desde la tribuna de oradores Duarte Galvao, representante de Zoo Logical, el lobo no es español ni portugués, sino ibérico. Pero, mientras que en Portugal lleva años estrictamente protegido, en España puede cazarse al norte del Duero, donde su población es más densa. ¿Qué saben los lobos de fronteras y reglamentos? Como muy gráficamente explicó Luis Miguel Domínguez, alma mater de la manifestación y de la organización Lobo Marley, cuando un lobito portugués busca pareja al otro lado de la frontera bien puede encontrarse con un balazo. Así de trágico es el asunto.

La manifestación estuvo secundada por más de doscientas entidades, entre ellas Ecologistas en Acción, WWF España, Equo, Los Verdes Europeos, el Partido Animalista contra el Maltrato Animal (PACMA) y la Alianza Europea para la Conservación del Lobo. Y también, aunque muy en segunda fila, por Quercus. Fuimos allí como cualquier ciudadano de a pie, como integrantes de esa gran manada que defiende a los lobos. La postura de la revista y de quienes trabajamos en ella está clara desde que publicamos el suplemento ‘Queremos lobos vivos’ en septiembre del año pasado. El lobo debe protegerse, tanto al norte como al sur del Duero; o, al menos, debe excluirse de la lista de especies cinegéticas hasta que dispongamos de información científica sólida. Aparte de repugnante, la muerte de un lobo sería entonces algo ilegal y perseguible. No terminaríamos con las matanzas, pero sí las pondríamos más difíciles. Muchos lobos, hoy incluidos en cupos deleznables, podrían seguir dando esencia y carácter a los mejores parajes naturales de la mitad norte peninsular. Y los ganaderos no tendrían que temer por sus rebaños, sino por las injustas normas que les envían los burócratas desde Bruselas, donde la ganadería extensiva suena a residuo tercermundista. Otros que no tienen ni idea de lo que se traen entre manos.


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