El concepto de ecoturismo lleva implícito por definición que esta actividad contribuya a conservar los mismos recursos que utiliza. Si no, no puede llamarse así. Las advertencias que incluso desde el mundo de la ciencia se hacen sobre el impacto del turismo en la biodiversidad nada tienen que ver con lo que hace un verdadero ecoturista.
Por Jaime Rodríguez Estival y Nuria Mohedano
El 13 de octubre de 2015, en la sección “Ciencia” de El País, se publicó un interesante artículo cuyo titular sin embargo nos dejó perplejos: “El ecoturismo amenaza a los animales”. La información se hacía eco de las conclusiones obtenidas de una revisión científica sobre los efectos nocivos potenciales –fisiológicos y comportamentales– del “turismo de naturaleza o ecoturismo” sobre las poblaciones de animales silvestres, conducentes en última instancia a problemas de conservación para las especies afectadas.
Dicho trabajo ha sido recientemente publicado por Benjamin Geffroy y colaboradores, bajo la dirección de Daniel Blumstein (Universidad de California), en la prestigiosa revista científica Trends in Ecology and Evolution.
Lo primero que pensamos es que se trataba de un caso más de titular simplificado que no se ajustaba con rigor a lo que realmente se decía en el artículo original (algo hoy en día bastante común en la divulgación científica que se hace desde muchos medios de prensa, por desgracia). Sin embargo, y a pesar de que el título del artículo original se refería concretamente al turismo de naturaleza (“nature-based tourism”) y no al ecoturismo, lo publicado por El País se mantenía acertadamente fiel a los contenidos y conclusiones del estudio.
Este contenido es un resumen / anticipo de una información cuyo texto completo se publica en la revista Quercus, tanto en su versión impresa como digital.