Es cierto: se ven más nutrias que antes, pero no pensemos por ello que debemos pasar página con esta especie y a otra cosa. Si bajamos los brazos con este emblema vivo de nuestros ríos, es posible que cuando nuevos problemas sobrevengan en los ecosistemas fluviales no estemos lo suficientemente atentos.
A partir del año 1994 pude acercarme por primera vez al estudio de la nutria (Lutra lutra), una especie para mí totalmente desconocida entonces debido a mis orígenes ribereños junto a los maltratados cauces del bajo Duero. Sencillamente me sorprendió el escaso nivel de atención que los investigadores habían prestado hasta entonces a un animal tan emblemático , momento en el que iniciaba la recuperación de su ocaso durante la segunda mitad del siglo XX.
En Quercus 360 (febrero de 2016), en el artículo “La nutria y otros tótems de la conservación”, Juan Jiménez nos hace reflexionar, con su habitual y resaltable destreza al escribir, sobre la necesidad de mantener la atención sobre este mustélido ribereño, o bien bajar la guardia y mandarlo al “cuarto trastero” de especies poco interesantes en conservación. Nos pregunta además si estamos influidos por el objeto de estudio con el que trabajamos, hasta considerarlo totémico. Para ello se basa en dos argumentaciones: los sucesivos sondeos nacionales de nutria van en progresión positiva en cuanto resultados y la debilidad humana que padecen los investigadores por su especie les hace poco objetivos en sus análisis y condicionables en sus conclusiones.
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