Hasta hace apenas unas décadas, los lobos aún penetraban en los pueblos de Extremadura en busca de agua y comida. Varios testimonios recogidos tanto en Cáceres como en Badajoz dan buena prueba de su audacia.
Por Francisco Gragera
La prensa y la televisión se hacen eco, a menudo, de la presencia de piaras de jabalíes en áreas urbanas que provocan la consiguiente alarma social entre los vecinos y aumentan las posibilidades de sufrir accidentes de tráfico. En realidad, la supuesta invasión consiste en el desplazamiento de una especie cada vez más abundante que necesita buscar alimento fuera de su hábitat natural y que lo encuentra en los cultivos y en los desperdicios que produce nuestra sociedad del despilfarro. Lo que los medios de comunicación nos venden como algo novedoso viene ocurriendo desde hace siglos, aunque entonces no se trataba del jabalí sino del lobo. Crónicas de finales del XVIII atestiguan que los lobos llegaban hasta las mismas casas de Monesterio, población del sur de Badajoz, un comportamiento que también se registraba en otras localidades vecinas de la vertiente andaluza de Sierra Morena (1), como Arroyomolinos de León (Huelva) y Guadalcanal (Sevilla).
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