Muchas plantas disponen de eficaces mecanismos de reproducción y dispersión. Además, si son involuntariamente favorecidas por el hombre, son capaces de ocupar nuevos territorios con gran rapidez. Pero, en el caso de la salicaria, esta ventaja inicial ha terminado por convertirla en una planta perseguida.
Por J. Ramón Gómez
Son sorprendentes los grandes murales que la artista internacional Mona Caron traza con gran realismo sobre los edificios. Es tal su precisión que, si no fuera por la escala, se confundirían fácilmente con el modelo natural. Un diente de león, una cerraja, un llantén o cualquier otra humilde hierba urbana pueden ser protagonistas de una de esas fachadas. Ciudades como San Francisco (Estados Unidos), Mendrisio (Suiza), Sao Paulo (Brasil), Ahmedabad (India) o Atenas (Grecia) han sido elegidas para mostrar sus hierbas gigantes. En España, hasta ahora sólo Barcelona tiene el privilegio de contar con una pequeña obra de Caron, aunque en poco tiempo Vigo podrá exhibir uno de sus grandes murales.
Pero lo más llamativo es que Mona busca reivindicar con estas obras la importancia de las humildes hierbas urbanas. Según sus propias palabras: “a pesar de que están por todas partes, nadie repara en ellas; por desgracia, no se les presta atención”.
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