Hasta hace apenas unos años, en las marismas del Odiel solamente se encontraba Artemia parthenogenetica, un pequeño crustáceo de las aguas hipersalinas. Sin embargo, a partir de 2016 se ha visto desplazado y sustituido por Artemia franciscana, un congénere procedente de América. El cambio, como veremos, ha tenido profundas implicaciones en todo el ecosistema.
Por Marta I. Sánchez, Marta Mata, Francisco Hortas y Stella Redón
Las marismas del Odiel están incluidas en la lista de humedales protegidos por el Convenio de Ramsar y son Reserva Nacional de la Biosfera y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). También se consideran uno de los últimos refugios de las poblaciones nativas del crustáceo Artemia, que habita en medios hipersalinos. Artemia es un anostráceo primitivo, de la clase de los Branquiópodos, a la que también pertenecen los cladóceros o pulgas de agua. Es exclusivo de los ecosistemas hipersalinos de todo el mundo y puede encontrarse desde el nivel del mar hasta la alta montaña, como ocurre en los salares andinos. Su área de distribución también abarca desde las zonas tropicales hasta las regiones más áridas del mundo, caso del desierto de Atacama (Chile).
Con siete especies bisexuales y diferentes líneas partenogenéticas, reunidas en el grupo A. Parthenogenetica, las poblaciones de Artemia tienen una alta diversidad genética, aunque también son numerosos los endemismos locales debido a la heterogeneidad ambiental y a la distribución parcheada de los ecosistemas hipersalinos (1). Cada población, por tanto, tiene interés particular y merece considerarse en términos de conservación. En el caso del Odiel, la población se compone de ejemplares diploides y tetraploides de A. Parthenogenetica y es una de las más valiosas de la península Ibérica debido a su papel clave en las redes tróficas y en el conjunto de la biodiversidad.
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