Nos dejó Antonio Ojea Gallegos, un artista excepcional capaz de hacer magia con sus pinceles en favor de lo natural, encontrando y sacando la belleza en un mundo cada vez más feo. Uno de nuestros mejores pintores de la naturaleza que no pudo superar el cáncer que lo atrapó en el último año, cuando su obra pictórica empezaba a cobrar una dimensión de genialidad y admiración amplia, aunque de tiempo reconocida por todos los que le conocimos desde sus comienzos.
Su obra ha ilustrado un buen número de publicaciones, guías de naturaleza, libros y enciclopedias, incluyendo esta revista. Se ha exhibido en numerosas exposiciones y ha enriquecido muchas campañas de las principales organizaciones conservacionistas. Pero Potri, nombre que le puso su mujer, Nines, y como muchos le llamábamos, fue mucho más que un buen dibujante.
Fiel al modo de vida que se planteó desde su adolescencia, siempre en el campo, pintándolo, sintiéndolo, cultivándolo, interpretándolo, defendiendo a esa gente que tan bien entendía gracias a sus increíbles dotes de magnífico naturalista, era además una persona cercana, jovial, carismática, generosa y solidaria. Con su optimismo, consiguió unificar al heterogéneo colectivo de artistas de la naturaleza españoles y que tuvieran hueco desde 2014 en la FIO (Feria Internacional de Turismo Ornitológico) que anualmente se celebra en el Parque Nacional de Monfragüe. Desde estas páginas el más sentido pésame a su familia y amigos.
Miguel Ángel Cedenilla