Crear un modelo predictivo que nos ayude a entender cómo funcionan los ecosistemas y nos permita prever con más detalle los efectos del cambio climático. Ese es el objetivo del proyecto Iberian Ponds que el equipo de Miguel B. Araújo, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCNCSIC), ha puesto en marcha utilizando una instalación experimental sin precedentes: casi doscientas pequeñas charcas artificiales repartidas en seis lugares de la Península Ibérica con climas bien diferenciados.
Por Xiomara Cantera
Punto uno: la pregunta
Principalmente debido a la actividad humana, la química de la atmósfera está variando y eso provoca las alteraciones que estamos viviendo y que englobamos bajo el amplio paraguas conceptual que llamamos cambio climático. Una de las obsesiones de los expertos es adelantarse a sus efectos. Hay muchos modelos predictivos que lo intentan, modelos que se actualizan según aumenta la cantidad y calidad de los datos disponibles. Sin embargo, Miguel B. Araújo se ha propuesto crear uno nuevo para evaluar los efectos del cambio climático en la biodiversidad, un terreno en el que este investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales es una de las mayores autoridades científicas.
La idea es dotarse de un modelo que estudie la estructura del ecosistema de manera que tenga mayor capacidad de predicción. Al mismo tiempo se pretende determina cuál es el punto crítico de supervivencia de cada ecosistema. La novedad radica en que ya no se trata innovar a partir de la inclusión de datos previamente recopilados en programas informáticos, sino que se prevé el desarrollo de un proyecto experimental completo en el que se contempla la recogida de la información de base.
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