Los dinosaurios han formado parte de la cultura popular durante décadas y es fácil encontrarlos en películas, videojuegos, novelas y juguetes. Un protagonismo que ha generado infinidad de dudas. Por ejemplo, ¿cómo saben los paleontólogos qué aspecto tenía la piel de los dinosaurios? ¿Han encontrado restos fosilizados que demuestren su apariencia? ¿O todo se deduce a partir de los huesos?
Por Elena Cuesta
Es muy difícil que ciertos tejidos fosilicen, como la piel, los músculos o las vísceras, pues se descomponen rápidamente y antes, por lo general, de que el animal quede sepultado. Aunque, para saber cómo eran, podemos recurrir al Soporte Filogenético Existente o EPB (Extant Phylogenetic Bracket), un método propuesto por el investigador norteamericano Lawrence Witmer que consiste en buscar los organismos vivos más íntimamente emparentados con el fósil. En el caso de los dinosaurios, como Tyrannosaurus rex, sus parientes más antiguos son los cocodrilos y sus descendientes las aves. Si una estructura o comportamiento, como el oviparismo, está presente en ambos grupos actuales, lo más probable es que los dinosaurios también pusieran huevos.
Además, en algunos yacimientos de preservación excepcional (konservat-lagersttaten) se han conservado impresiones de estos tejidos más delicados. En España, sin ir más lejos, contamos con el yacimiento de Las Hoyas (Cuenca), donde se descubrió un terópodo (grupo de dinosaurios mayoritariamente carnívoros) de seis metros de largo conocido como Concavenator corcovatus. Su estado de preservación era tan exquisito que no sólo mantenía el esqueleto completo y articulado, sino que conservaba también rasgos que no suelen fosilizar, como músculos, piel y restos estomacales. Pero, antes de comprender y analizar los restos de Concavenator, tenemos que aplicar el EPB y compararlo con las aves y los cocodrilos actuales.
Autora: Elena Cuesta Fidalgo es licenciada en Geología por la Universidad Complutense de Madrid y doctora en Biología por la Universidad Autónoma de Madrid. Está especializada en paleobiología de dinosaurios terópodos del Cretácico Inferior y dedicó su tesis doctoral a Concavenator corcovatus, un dinosaurio fósil encontrado en el yacimiento de Las Hoyas (Cuenca). Actualmente cuenta con un contrato postdoctoral en la Universidad Autónoma de Madrid y colabora con el Grupo de Biología Evolutiva de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
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