Han pasado diez años desde que el Congreso de los Diputados reconociese los derechos fundamentales de los grandes simios. Pero a pesar del tiempo transcurrido, esta decisión pionera no se ha traducido en la esperada ley que proteja y dignifique a nuestros hermanos evolutivos.
Por Pedro Pozas Terrados
Qué pasaría si una población de Australopitecos o de Neandertales se descubriera en pleno siglo XXI en un rincón no explorado de la cuenca del Congo? Sin duda sería el descubrimiento científico más grande de la historia de la humanidad, pero… ¿procederíamos a cazarlos, a llevarlos a los zoológicos, a experimentar con ellos, a utilizarlos en estudios de salón para comprobar sus capacidades cognitivas, a exhibirlos en espectáculos públicos? Posiblemente no.
Serían considerados miembros por derecho de nuestra familia y por consiguiente protegidos por nuestras leyes. Su hábitat sería respetado y su protección sería total. ¿Por qué no hacemos entonces lo mismo con los homínidos no humanos que aún sobreviven en su hábitat, pero que están siendo exterminados, ignorados, capturados y explotados? ¿Es que ellos no tienen el derecho propio a ser respetados y nosotros la obligación de protegerlos?
Autor: Pedro Pozas Terrados (direccionpgransimio@gmail.com ) es director ejecutivo del Proyecto Gran Simio (GAP/PGS-España).
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