Por José Enrique Larios y otros autores
El cambio global puede afectar bastante a la trucha común en zonas como Sierra Nevada, donde la especie es objeto de seguimiento científico desde hace más de diez años. De hecho, las oscilaciones anuales detectadas en su dinámica poblacional están muy ligadas a variaciones en factores ambientales como las precipitaciones.
La trucha común (Salmo trutta) es una especie originaria de Europa que presenta una gran variabilidad genética, ecológica y morfológica en su amplia área de distribución. Las poblaciones que habitan en Sierra Nevada y otras sierras próximas del sureste peninsular poseen unas características particulares, ya que constituyen el límite geográfico suroccidental de la especie en Europa. Además, estas poblaciones muestran un carácter residente: no hay ejemplares con estrategias migratorias (reos), habituales en poblaciones más septentrionales.
El histórico impacto antropogénico que han sufrido los cursos de agua de las regiones mediterráneas ha provocado en estas poblaciones trucheras periféricas un acelerado proceso de regresión. Tanto es así que en la actualidad muestran un elevado grado de aislamiento, hasta el extremo de existir poblaciones aisladas incluso entre afluentes cercanos dentro de una misma cuenca fluvial. Todo ello ha llevado a la trucha común a un grave estado de conservación en nuestra área de estudio (Sierra Nevada). A escala regional, está catalogada como especie “En peligro de extinción” en el Libro Rojo de los Vertebrados de Andalucía, en aplicación de los criterios de la UICN (1). Por todo ello, desde 2005 la trucha común en Andalucía, pese a su alto valor socioeconómico, únicamente puede ser pescada en la modalidad deportiva de captura y suelta.
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