Las plantas con porte almohadillado que crecen en las laderas de Sierra Nevada están bien adaptadas a la alta montaña y pueden servir como nodrizas o facilitadoras de otras especies vegetales. Sin embargo, la altura, la riqueza del suelo, la disponibilidad de agua e incluso la competencia que establecen entre ellas son factores que condicionan este complejo entramado ecológico.
Por Francisco I. Pugnaire, Christian Schöb, Nuria Pistón y Cristina Armas
La acumulación de gases con efecto invernadero, fundamentalmente dióxido de carbono y metano, están haciendo subir las temperaturas en todo el planeta, con múltiples consecuencias para el funcionamiento de los ecosistemas. Los datos disponibles hasta la fecha han documentado cambios sustanciales relacionados con el aumento de la temperatura en la composición de las comunidades vegetales. Sin embargo, el conocimiento que tenemos de esa respuesta es todavía escaso, por lo que se hace necesario estudiar los mecanismos que intervienen y sus potenciales efectos a medio y largo plazo.
Las montañas, y en particular las zonas alpinas, son lugares idóneos para investigar el cambio global, ya que los gradientes altitudinales reflejan efectos parecidos a los que podrían darse en el futuro. En ellos podemos analizar esos efectos de forma más rápida y a una menor escala
espacial. Por otra parte, las comunidades alpinas son muy sensibles debido al equilibrio inestable que mantienen sus componentes. De hecho, se encuentran entre las más vulnerables al cambio global y por ello están siendo objeto de una especial atención.
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