Medidas para favorecer su naturalización
Miércoles 22 de octubre de 2014
Las balsas de riego se diseñan con
un único propósito: irrigar los cultivos.
Sin embargo, con el tiempo pueden convertirse en unos humedales artificiales atractivos para la flora y la fauna acuática. Unas sencillas mejoras pueden obrar el milagro de transformar un simple depósito de agua en algo bastante parecido a una laguna, como propone un
ambicioso estudio realizado en la provincia
de Álava en el año 2003.
En la provincia de Álava se concentra el 60% de la agricultura del País Vasco y sus cultivos han sido tradicionalmente de secano. No obstante, en los últimos veinte años se han puesto en regadío más de 20.000 hectáreas (1), lo que ha llevado a construir numerosas balsas de riego con sus correspondientes redes de distribución. En 1997 se redactó el Plan de regadíos de Álava (2), que propone trece zonas potencialmente regables con una superficie total de 37.444 hectáreas.
Las balsas de riego que abastecen a estos campos son de pequeño tamaño y, aunque se encuentran distribuidas por toda la provincia, resultan más abundantes en la Llanada Alavesa, comarca que ocupa su zona central. Fueron construidas sobre antiguos manantiales o afloramientos de agua freática y se abastecen mediante acequias y flujos de escorrentía. Todas tienen en común la remodelación o adaptación del vaso por métodos mecánicos. El sustrato sobre el que se excavan suele ser impermeable, margoso o arcilloso, y en caso contrario tiene que recubrirse con un material plástico.
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