Más que una enfermedad, la banda marrón es el síntoma de la verdadera patología que afecta al pino de Monterrey en el País Vasco: una gestión forestal deficiente basada en el productivismo rápido a costa de la degradación del medio natural. Es hora de empezar a apostar por la recuperación del bosque autóctono.
Por Ignacio García Serna
Debido a la ocupación poblacional y la revolución industrial los valles del País Vasco han sufrido una modificación dramática de sus bosques, sobre todo en la zona cantábrica. A finales del siglo XIX, con la drástica deforestación de aquel entonces, llegó el pino de Monterrey (Pinus radiata), que hoy ocupa unas 140.000 hectáreas, casi el 20% del territorio vasco. El forestalismo intensivo aplicado a esta especie exótica implica preparación mecánica y roturación del suelo para la plantación. Los desbroces y aclareos posteriores provocan el acceso de maquinaria pesada al monte durante los 35-40 años posteriores. Cumplido ese plazo se tala a matarrasa y la retirada de los fustes se hace mediante arrastradores que compactan el suelo y no respetan la vegetación autóctona que haya podido crecer a la sombra de los pinos.
Autor: Ignacio García Serna (dilindari@yahoo.es ), presidente de la Sociedad Ornitológica Lanius, con sede en Bilbao, es doctor en biología con veinte años de experiencia en el sector forestal vasco. Actualmente se dedica a su proyecto hortícola de agricultura ecológica.
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