Entre los notables ilustradores naturalistas de los siglos XVIII y XIX figuran varias mujeres que, además de desafiar las costumbres de su época, alcanzaron un merecido reconocimiento profesional. El ejemplo más conocido quizá sea el de Maria Sybilla Merian y las espléndidas láminas que dedicó a los insectos de Surinam.
Por Juan Varela
A ningún amante de la ilustración científica, o del arte inspirado en la naturaleza, le pasa desapercibido el gran número de mujeres que se dedican hoy en día a esta especialidad, tanto en España como en otros países. Casi podríamos decir que resulta extraño que la sensibilidad femenina no se hubiera visto tentada antes, y de forma más generalizada, por la representación de animales y plantas. Pero son realmente pocas las mujeres que trabajaron como ilustradoras de forma más o menos profesional antes del siglo XX, si bien es cierto que no se daban las circunstancias necesarias para que accedieran a algo más allá de las labores domésticas o agrícolas.
Este no es el lugar adecuado para debatir los motivos sociales o económicos de dicha situación, aunque sí podemos recordar casos como el de las hermanas Brontë, que en el siglo XIX tuvieron que publicar con seudónimo, o el de la pintora Margaret Keane, que en pleno siglo XX tenía que vender sus obras con el nombre de su marido. También podemos citar a aquellas mujeres que consiguieron ir a contracorriente de su época y dejaron un legado artístico que no tuvo nada que envidiar al de cualquier hombre que dispusiera de más tiempo y reconocimiento para abordarlo. Así que nos centraremos en algunas artistas que enfocaron su obra hacia el campo de la ilustración científica.
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