Hace tres años Marine Stewardship Council (MSC) y WWF se propusieron mejorar la sostenibilidad de la pesca en el Mediterráneo. Desde entonces el proyecto Medfish está trabajando con varias pesquerías españolas y francesas. Los primeros resultados de este proceso participativo invitan al optimismo.
A pesar de cubrir únicamente un 0'7% de la superficie ocupada por los océanos, el Mediterráneo es una de las mayores reservas de biodiversidad marina y costera del planeta. Un 28% de las especies que alberga son endémicas, mientras que engloba un 7'5% y un 18% de la fauna y flora marinas mundiales respectivamente.
Por todo ello, el Mediterráneo y sus ecosistemas son de una gran importancia económica para los países que lo limitan y los más de 150 millones de personas que viven a lo largo de sus costas. Esto hace que, en su conjunto, este mar sea una de las áreas del planeta que sufre una mayor presión antropogénica, traducida en una degradación general de sus recursos marinos y costeros.
De hecho, las evidencias del aprovechamiento humano de los recursos naturales a orillas de este mar datan de tiempos inmemoriales. Se han encontrado restos de animales consumidos, así como anzuelos y arpones, en yacimientos arqueológicos neandertales de más de 200.000 años de antigüedad. En los textos griegos y latinos, se mencionan alrededor de trescientas especies de peces, crustáceos, moluscos y otros invertebrados de interés pesquero. Los investigadores Jordi Lleonart y Josep Lluís Sánchez Lizaso recuerdan que ya en el siglo I a. C. está registrado el primer caso de sobrepesca, en relación con la pesquería de caracol púrpura de Tiro, lo que da una idea de la presión a la que se ha sometido a los recursos marinos mediterráneos históricamente (1).
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