El riesgo de colisión de los aviones con las aves es un quebradero de cabeza en muchos aeropuertos. Estudios como el realizado en los aeropuertos de Madrid y Bilbao, tomando como referencia a los buitres, pueden ayudar a encontrar soluciones que armonicen la seguridad del tráfico aéreo y la conservación de las especies.
Por Álvaro Camiña y Fernando Pinto
El 7 de septiembre de 1908 uno de los famosos hermanos Wright sufrió la que se cree que fue primera colisión entre una aeronave y un ave, un tipo de accidente conocido como bird-strike. Un ejemplo más reciente que muchos recordarán es el del Airbus A320, procedente de Nueva York, que tuvo que amerizar en el río Hudson el 15 de enero de 2009. Afortunadamente todos los pasajeros fueron rescatados y no hubo que lamentar víctimas. El motivo del accidente fue el impacto del avión con un bando de barnaclas canadienses (Branta canadensis) poco después del despegue.
La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) recopila los casos de bird-strike y ha creado el sistema IBIS de notificación de colisiones con aves, que recoge periódicamente los informes procedentes de cada país. Estos datos demuestran que el 90% de los incidentes de este tipo se producen en los aeropuertos o sus inmediaciones, donde a menudo dan lugar a cierto alarmismo social y mediático. Así ha ocurrido por ejemplo con los casos de buitres leonados (Gyps fulvus) ingeridos por los motores de los aviones durante un aterrizaje y un despegue, ocurridos en mayo y julio de 2018 respectivamente, en el aeropuerto de Loiu (Bilbao).
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