Los sibaritas franceses aprecian mucho un plato elaborado con escribanos hortelanos. Los pájaros deben capturarse vivos y pasan luego por una fase de engorde en condiciones de cautividad. Lo que podría entenderse como un uso tradicional y poco lesivo, refuerza los problemas de conservación de una especie cuyas poblaciones siguen una tendencia claramente regresiva.
Por José Luis Copete, Carlos Grande, Marc Pérez y Frédéric Jiguet
La intensificación de los cultivos en Europa se considera una de las principales causas del declive de las poblaciones de aves que nidifican en medios agrarios. La homogeneización del hábitat, la pérdida de lindes y la conversión de pastizales en campos cultivados, así como el uso de fertilizantes, herbicidas y pesticidas, han causado una disminución del alimento disponible, ya sean semillas o invertebrados. En este contexto, las poblaciones de escribano hortelano (Emberiza hortulana) han sufrido una acusada regresión durante las últimas décadas (1), con una caída cifrada en el 88% desde 1980.
A estos problemas se une la caza selectiva de la especie, un factor de gran relevancia que atañe a las poblaciones de Europa occidental. En Francia ha gozado de reconocimiento como actividad cinegética tradicional, asociada al consumo de escribanos hortelanos como un bocado exquisito. Las aves son atraídas mediante ejemplares enjaulados y se capturan con redes durante el paso migratorio postnupcial. Luego se mantienen en cautividad para su engorde y son finalmente cocinadas cuando alcanzan un elevado porcentaje de grasa. Su degustación es todo un rito, pues la tradición indica que los pájaros deben remojarse en Armagnac antes de ingerirlos y los comensales se colocan unos paños encima de la cabeza para percibir mejor el aroma que desprenden. Fue el plato preferido del expresidente francés François Mitterrand, que ya en su lecho de muerte pidió degustar unos hortelanos antes de dejar este mundo.
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