Los tejones no dejan de saquear los nidos subterráneos de avispa alemana cuando dan con ellos en sus correrías nocturnas. Los insectos defienden su ciudadela, pero en la mayor parte de los casos el tejón se da un festín de larvas y adultos.
Por José Carlos de la Fuente
A finales de otoño, con la caída de la noche, el tejón recorre un camino flanqueado de viejos almendros. Va al paso, con el hocico pegado al suelo. Su percepción del mundo se basa en gran medida en la información que percibe a través del olfato. Las noches son húmedas con frecuencia en la planicie y las sierras litorales catalanas, y el aire se va enfriando con mayor rapidez que el suelo. Estas condiciones favorecen la detección de los rastros de olor y al mustélido se le presenta una oportunidad. Un nido de avispas subterráneo al borde mismo del camino.
Quien haya podido observar tejones en esta situación, describe su excitación cuando descubren un avispero (1). Erizan el pelaje del lomo y se mueven rápido intentando precisar la ubicación del nido. Personalmente, he podido contemplarlos desde un escondrijo (hide) justo cuando encuentran comida fácil y abundante, que devoran con todo el pelo de la espalda enhiesto, por lo que no resulta difícil imaginar un comportamiento análogo ante hallazgos semejantes.