Viernes 01 de octubre de 2021
El de 2021 ha sido un verano extraño. Por un lado, hemos asistido a una paulatina vuelta a la normalidad pandémica, con todas las invocaciones a la sensatez y a la prudencia que sean necesarias, tras la vacunación masiva de un gran porcentaje de la población española. Pero, por otro lado, se han producido algunos de los desastres ecológicos más tremendos de los últimos tiempos en nuestro país. Por ejemplo, al cierre de este número de Quercus continuaba activo el pavoroso incendio de Sierra Bermeja (Málaga), al parecer provocado, que el pasado 9 de septiembre se cobró la vida de uno de los bomberos forestales que trabajaban en su extinción. A esta lamentable tragedia humana hay que sumar el considerable destrozo que prevemos sufrirá uno de los espacios naturales más emblemáticos de Andalucía.
Pocas semanas antes, a mediados de agosto, ardieron más de 20.000 hectáreas en Navalacruz (Ávila), uno de los mayores incendios ocurridos en España desde que se tienen registros. Como era de esperar, han quedado afectadas enormes extensiones de hábitats de gran valor natural, en especial en una zona protegida por la Red Natura 2000, la ZEC Sierra de la Paramera y la Serrota. A semejante calamidad deben añadirse, por supuesto, los daños patrimoniales que han padecido muchos pueblos de la comarca, especialmente en el sector de la ganadería extensiva.
Pero sigamos con nuestro repaso estival. El pasado 28 de agosto alrededor de 70.000 personas formaron una cadena humana de setenta kilómetros de longitud bajo el lema Abracemos el Mar Menor, una de las movilizaciones más multitudinarias que recordamos por un asunto medioambiental. No era para menos: en los días previos, miles de peces y crustáceos fueron encontrados muertos en las orillas de la mayor laguna salina de Europa. Había ocurrido otras veces, dese luego, pero puede que haya sido el episodio de mortandad de fauna más intenso padecido por este celebérrimo humedal de la costa murciana. Después de que se recogieran más de ocho toneladas de animales muertos, WWF España, ANSE y Ecologistas en Acción exigieron suprimir sin tardanza miles de hectáreas de agricultura intensiva, a las que culpan de la eutrofización de las aguas debido al aporte masivo de contaminantes en forma de nitratos y fosfatos. No olvidemos que el entorno del Mar Menor es una de las principales huertas de Europa y, visto lo ocurrido, WWF España ha alertado a los grandes supermercados de la UE para que comprueben si sus proveedores cumplen las normas legales sobre uso agrícola tanto del agua como del suelo. Solamente deberían adquirirse productos procedentes de fincas con garantías de legalidad certificada. Muchas de las frutas y verduras que se cultivan en los terrenos que conforman la cuenca del Mar Menor, sobre todo brócolis, lechugas y cítricos, terminan en los exigentes mercados europeos. Pero la calidad también se mide por el impacto que generan en origen dichas explotaciones.
En resumidas cuentas, el verano de 2021 nos ha dejado un regusto amargo que previene ante cualquier triunfalismo que podamos enarbolar en materia ambiental. Frente al espejismo de la recuperación de algunos tótems de la naturaleza española, como osos, linces, quebrantahuesos y buitres negros, algo de lo que somos los primeros en felicitarnos, todo lo ocurrido en esas semanas fatídicas demuestra que a los defensores del medio ambiente todavía nos queda mucho que remar.