Por Rodrigo Fernández-Mellado, Rafael Barrientos, Sara Díaz Viñuela y Luisa Abenza
Pueden contarse con los dedos de una mano las personas amantes de la naturaleza que en algún momento u otro de sus vidas no hayan recogido algún resto biológico encontrado en el campo, asociado a una especie silvestre, para quedarse con él. Entre los ejemplos más claros destacan las plumas, las egagrópilas y los cráneos (ya sea de aves o de mamíferos), cuernas de ungulado, camisas de culebra o hasta pieles o esqueletos de cadáveres completos. Tampoco es infrecuente que nos demos de bruces con un cadáver de alguna especie protegida, del que hayamos arrancado alguna pluma vistosa o extraído el cráneo y hasta las garras o la piel.
La tradición naturalista propia de muchos países anglosajones fomenta el coleccionismo de muestras biológicas a través de publicaciones clásicas y conocidas por todos, como una manera de introducirse en el conocimiento de la naturaleza, al más puro estilo Gerald Durrell, Michael Chinery y otros naturalistas archiconocidos.
AUTORES
Rodrigo Fernández-Mellado es biólogo y codirector de la consultora ambiental Biodiversity Node.
Rafael Barrientos es biólogo e investigador del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Universidad Complutense de Madrid.
Sara Díaz Viñuela es biologa y consultora ambiental en Biodiversity Node.
Luisa Abenza (genettarastreo@gmail.com) es rastreadora profesional de fauna silvestre y copresidenta de la Sociedad Ibérica de Rastreo.