Es un hecho que las garduñas regurgitan los frutos del muérdago sin digerir. Lo que no está nada claro es para qué los ingieren. ¿Podría ser una forma de purgarse? ¿Quizá un sistema de marcaje territorial? ¿O incluso, por qué no, ambas cosas?
Por Iván Lizcano
Cae la noche. Algún carnívoro de los que habitan en este pinar lleva un rato venteando por si las pequeñas rachas de viento le llevan información sobre posibles amenazas o presas cercanas. Un mundo de olores, imperceptible la mayoría de las veces para nosotros, le llega hasta esa zona de reposo o esa madriguera en la que ha estado escondido, descansando, durante las horas de sol. Es un acto que, aunque a veces resulte un poco largo, puede serle de mucha utilidad para no llevarse sorpresas desagradables y encontronazos inadecuados.
Una increíble mezcolanza de información le habla a través de marcas olorosas dejadas por distintas partes del cuerpo de los mamíferos, junto con orina y excrementos, situadas estratégicamente en los mejores sitios, es decir, en lugares por donde pasan prácticamente todos los animales de la zona. Como si fueran señales de tráfico, quieren advertir algo al resto de los pobladores, sean o no de su misma especie. Por ejemplo, que ese territorio les pertenece, que es una zona donde campean en busca de presas o que esa hembra ya está en celo.
AUTOR
Iván Lizcano Ochaita es técnico superior en Gestión Forestal y del Medio Natural, profesión que ejerce para la Administración General del Estado en tareas relacionadas con la flora, la fauna y el medio ambiente. También es miembro de la Sociedad Española para el Estudio y la Conservación de los Mamíferos (SECEM).
Correo electrónico: lizocha@gmail.com