A poco que indaguemos, descubriremos el factor humano tras la mayoría de las invasiones biológicas. Hablando de plantas, no somos conscientes de cuánto ha favorecido el abandono del medio rural a numerosas especies exóticas antes manejadas por estar consideradas como útiles y hoy en día en descontrolada expansión.
Por Alejandro Martínez Abraín
La invasión existe como fenómeno. De eso no hay duda alguna. Un lugar en la sierra, cuyo día a día transcurre apenas sin gente entre semana, pero que se llena de vehículos los fines de semana, es un enclave invadido. Una playa sin nadie, que no pasa un día de verano sin estar abarrotada de bañistas y amantes del sol cubiertos con protector solar, es una playa invadida. La invasión puede durar unas horas, unos días, una estación o ciclos anuales completos.
La invasión también existe en el plano biológico. Sin embargo, no es igual de obvio que podamos hablar de “especies invasoras” tan alegremente, porque la invasión biológica muchas veces depende más del contexto que de la propia especie. La misma especie en contextos diferentes puede ser inofensiva o pasar a ser intratable. Así que, en todo caso, podríamos decir que hay especies que “eventualmente se comportan de modo invasivo”. Este lenguaje criminaliza menos a las especies y se fija más en las circunstancias.
AUTOR
Alejandro Martínez Abraín (a.abrain@udc.es), es profesor de ecología en la Universidade da Coruña.