Desde hace más de veinte años, un proyecto de conservación se centra en el águila coronada, también conocida como águila del Chaco, una de las aves rapaces más amenazadas del Neotrópico. Este trabajo de décadas comienza a traducirse en beneficios para una gran diversidad de especies propias de los ambientes semiáridos de Argentina.
Por José Hernán Sarasola, Beatriz Martínez-Miranzo y Diego Gallego-García
La gran variabilidad ambiental de Sudamérica se traduce también en una gran diversidad de aves rapaces, incluyendo algunas de las más icónicas de este grupo, como el águila harpía (Harpia harpyja) y el cóndor andino (Vultur gryphus).
Particularmente diverso es el grupo de las denominadas “águilas crestadas”, llamadas así por la singularidad de la cresta o copete que conforman las plumas de la nuca y cabeza.
La mayoría de estas especies se distribuye en regiones tropicales o subtropicales del continente, con un denominador común para la mayoría de ellas: un gran número están globalmente amenazadas y se cuenta con muy poca información sobre su ecología y los peligros a los que se enfrentan.
AUTORES
José Hernán Sarasola (jhsarasola@hotmail. com), doctor en Biología, es director del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces en Argentina (CECARA). Beatriz Martínez-Miranzo, doctora en Biología, investiga los impactos de las infraestructuras humanas sobre la biodiversidad. Diego Gallego-García, magister en Zoología, estudia los movimientos de dispersión del águila coronada.