El estudio de la cada vez más escasa población madrileña de lechuza confirma lo mucho que depende esta rapaz nocturna del tipo de gestión agrícola en las zonas donde vive. Los mosaicos de cultivos y vegetación natural o la presencia de lindes favorecen mucho a esta especie, que tiene en la intensificación agraria su gran amenaza.
Por Iván García y Patricia Orejas
De todos es ya conocida la acelerada regresión que están experimentando las poblaciones de lechuza común (Tyto alba) en el centro peninsular.
En 2018, el censo que realizamos arrojaba una población estimada de sólo 25-37 parejas de laespecie en toda la Comunidad de Madrid, lo que significa una disminución cercana al 70% durante los últimos veinte años.
Se trata de una situación compartida con muchas aves ligadas a este tipo de hábitat, como el sisón (Tetrax tetrax) o el aguilucho cenizo (Circus pygargus), y está estrechamente relacionada con la intensificación agraria, que supone la desaparición de linderos y manchas de vegetación natural o el uso sistemático de agroquímicos.
AUTORES
Iván García (ivangarcia@brinzal.org) es técnico de campo de Brinzal, ONG dedicada a la recuperación y conservación de las rapaces nocturnas. Patricia Orejas, bióloga con treinta años de experiencia en conservación de fauna silvestre, es presidenta de Brinzal.