Tras diez años trabajando en favor del águila de Bonelli, el proyecto AQUILA a-LIFE y su antecesor LIFE Bonelli han traído nuevas poblaciones reproductoras, más parejas formadas y menos tendidos eléctricos letales. Pero el principal logro ha sido colocar en la agenda de las políticas de la biodiversidad a este emblema de los ecosistemas mediterráneos.
Por el Equipo de AQUILA a-LIFE
Uno de los argumentos a favor de las reintroducciones de fauna amenazada es la oportunidad de poner en marcha medidas que benefician a muchas especies, no sólo a las que son el objetivo de este tipo de iniciativas. Es lo que ha pasado con el águila de Bonelli (Aquila fasciata) y el proyecto que desde 2017 viene apoyando la Unión Europea (UE) para lograr la recuperación de esta rapaz en el ámbito de la región mediterránea occidental: AQUILA a-LIFE.
En los cinco años transcurridos, se han aplicado medidas anti-electrocución en nada menos que unos diez mil apoyos de tendidos eléctricos peligrosos, donde ya no mueren águilas de Bonelli, pero tampoco otras muchas especies de rapaces. En más de doscientos de estos apoyos se ha intervenido directamente con fondos de AQUILA a-LIFE, ya que los propietarios de los tendidos eléctricos eran particulares sin muchas posibilidades de afrontar por su cuenta el coste de las correcciones. En los restantes apoyos el grueso de la financiación ha corrido a cargo de las compañías eléctricas titulares, como es el caso de Iberdrola, Enel, Naturgy y EDP, pero con la información de base y el asesoramiento aportado por este proyecto. Las correcciones se han llevado a cabo sobre todo en las cinco áreas prioritarias donde ha actuado AQUILA a-LIFE: Comunidad de Madrid, Mallorca, Navarra, Álava y la isla italiana de Cerdeña.