A finales del siglo XVIII la Península Ibérica era todavía un territorio muy poco conocido desde el punto de vista botánico, especialmente si lo comparamos con el centro y el norte de Europa. En España, las zonas con mayor presencia de plantas vasculares endémicas, como Sierra Nevada, las Sierras Béticas o los Montes Cantábricos, estaban aún por explorar con detalle. Otro tanto puede decirse de Portugal.
Varios botánicos europeos dedicaron algunas jornadas a estudiar y colectar plantas en ambos países durante sus exploraciones peninsulares. El flamenco Carolus Clusius (1526-1609), por ejemplo, recorrió España y Portugal durante ocho meses entre 1564 y 1565. A finales del siglo XVII, entre 1688-1689, hizo lo propio el francés Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708), cuyo fructífero viaje terminó en Lisboa. Los hermanos Antoine (1686-1758) y Bernard de Jussieu (1699-1777) recolectaron en España y Portugal entre 1716 y 1717 en compañía del boticario barcelonés Joan Salvador i Riera. Otras colecciones importantes fueron las de Pehr Loefling (1729-1756), discípulo de Linneo, que desde Oporto atraviesa Portugal en 1751 camino de Madrid, al tiempo que recoge algunas plantas que luego envía a su maestro sueco. Las colecciones acopiadas por estos botánicos se integraron en los herbarios europeos entonces en formación y permitieron que se avanzase en el conocimiento de la flora ibérica. Sin embargo, si tomamos como referencia el Species plantarum de Linneo publicado en 1753, que recopila en buena medida los conocimientos botánicos previos, aún estaban por describir la mayoría de los endemismos ibéricos que se reconocen hoy en día.
AUTORES
Carlos Aedo Pérez es doctor en Biología e investigador científico en el Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC). Ha coordinado los proyectos Flora iberica y Anthos.
Leopoldo Medina Domingo es doctor en Biología y responsable del herbario de plantas vasculares del Real Jardín Botánico (CSIC).
Dirección de contacto:
Carlos Aedo
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