Faunia mundial

Tortuga carey: el tesoro oceánico

El tráfico internacional generado por su codiciado caparazón lleva a este reptil al borde la extinción

Miércoles 22 de octubre de 2014
Para obtener las planchas del
caparazón, muy cotizadas para
joyería, bisutería y souvenirs, la tortuga

carey ha sido capturada masivamente y hoy
es uno de los animales más amenazados.

Los satélites que siguen sus áun
misteriosas migraciones oceánicas

nos dicen que salvarla es todo
un desafío que exige coordinación
internacional. Mientras tanto,

pierde los últimos paraísos
costeros donde desovan las
ocho mil hembras reproductoras

que sobreviven.


Si hay una tortuga marina especialmente asociada a los arrecifes de coral, esa es la carey (Eretmochelys imbricata), la especie más tropical de este grupo de reptiles. Se localiza sobre todo en los océanos Pacífico y Atlántico, incluyendo zonas tan norteñas como el estado de Massachussets (Estados Unidos), pero también por muchas costas del Índico.

Se trata de la segunda especie de tortuga marina más ampliamente distribuida del mundo, tras la tortuga verde (Chelonia mydas), por delante de otras campeonas oceánicas como la tortuga
laúd (Dermochelys coriacea, ver Quercus 240, págs. 48 a 52). Tanto es así que se distribuye nada menos que por las aguas de más de un centenar de unidades geopolíticas (países y territorios), habiéndose constatado su nidificación en al menos sesenta.

Según un informe del Cites, el convenio internacional sobre tráfico de vida silvestre, que recoge datos de estudios realizados desde mediados de los años ochenta, hasta hace poco tiempo debían existir más de veinte mil hembras reproductoras. Cinco mil de ellas nidificarían en el Gran Caribe (Atlántico tropical occidental, golfo de México y mar Caribe), con la península del Yucatán (México) como su mejor bastión, con más de cinco mil nidos censados en 2000, lo que equivaldría a una arribada superior al millar de hembras.

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