Por Javier Talegón
Durante el pasado verano varios incendios arrasaron unas 56.000 hectáreas en el noroeste de Zamora. Numerosas zonas de gran valor ecológico fueron pasto de las llamas en el Valle del Tera y en la Tierra de Tábara. Pero el área más afectada fue la Sierra de La Culebra, incluida en la Red Natura 2000 y en la Reserva de la Biosfera Transfronteriza Meseta Ibérica, donde ardieron unas 35.000 hectáreas (la mitad de su superficie).
Cuantificar los efectos del fuego sobre la biodiversidad de La Culebra no es sencillo. Valorando la gran superficie calcinada, la virulencia y la rapidez de las llamas -que incluso alcanzaron los 18 metros por segundo según los datos oficiales- y la coincidencia temporal con la reproducción de muchas especies podremos comprender el impacto sobre los taxones (y sus interacciones) o sobre los ecosistemas (y sus servicios ambientales).
Respecto a los hábitats, muchos de interés comunitario, las llamas afectaron a crestas cuarcíticas donde criaban los roqueros rojo y solitario y las águilas reales y donde abundaba la clavelina portuguesa. También ardieron algunas manchas de alcornoque -bastante norteñas teniendo en cuenta su área de distribución- y de madroño. Dominadas por alisos, arraclanes o sauces y refugio de paseriformes, nutrias, lobos o ciervos, varias riberas se vieron dañadas. Se han quemado -y desecado por evaporación- numerosas zonas higroturbosas, hábitat de brezos de turbera y de herpetos. Encinares y castañares (con frecuencia añosos), bosquetes de álamo temblón y grandes extensiones de matorral (mixto o uniespecífico) de brezo negro, brecina, quiruela, carqueisa, escoba, jaguarzo o jara pringosa sufrieron el paso del fuego. Numerosos pastizales naturales tampoco se libraron.
AUTOR:
Javier Talegón, biólogo, fundó hace diez años la empresa Llobu, desde la que promueve la conservación del lobo, de su hábitat y de su patrimonio cultural en la Sierra de La Culebra mediante la divulgación y la educación ambiental.