Por Ángel Hernández Lázaro y José Luis Robles Prieto
El 11 de febrero de 2023, en San Pedro de Cansoles, una pequeña localidad al pie de la Montaña Palentina, había un bandito de siete piquituertos (Loxia curvirostra) formado por hembras y jóvenes. Llegaron al inicio de la mañana a la parte alta de los árboles que formaban un seto al borde del camino, justo al salir del casco urbano. Nos llamó la atención que no huyeran de inmediato, ya que no estábamos a más de diez metros de distancia de algunos ejemplares. Es sabido que los piquituertos no suelen permitir mucho acercamiento. Mientras los observábamos, al menos cuatro de ellos volaron hasta un muro de contención próximo a la iglesia, construido con piedras, y se posaron en la pared orientada al suroeste. Seguían mostrándose menos esquivos de lo normal, de hecho, totalmente expuestos a una distancia de unos quince metros. Pasaron varios minutos en ese muro vertical tratando de obtener algún producto de la pared, en especial de las bandas de cemento que unían las piedras, fruto de una restauración aparentemente reciente, y de una costra blanquecina que cubría irregularmente a las propias piedras.
AUTORES:
Ángel Hernández Lázaro es biólogo y profesor en la Universidad de Valladolid. José Luis Robles Prieto es biólogo y profesor en el Instituto de Educación Secundaria Astura de Mansilla de las Mulas (León).
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Ángel Hernández
angel.hernandez.lazaro@uva.es