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Alcaudones dorsirrojos alarmados por un armiño

Una pareja de alcaudones dorsirrojos alerta sobre la irrupción de un armiño cerca del nido (foto: Pablo E. Pérez Valdés).
Jueves 30 de noviembre de 2023
El pasado verano estuve revisando varios territorios de cría de alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio) en el concejo asturiano de Tineo, donde desarrollo mi labor como Agente del Medio Natural. La zona, situada a unos 950 metros de altitud, está cubierta por matorrales de brezo, tojo y helecho, intercalados con pastizales artificiales destinados al ganado, principalmente vacuno y caballar.

Por Pablo E. Pérez Valdés

Estos prados se encuentran delimitados por postes de madera y varias hileras de alambre de espino. Con el tiempo, bajo tales cierres ha vuelto a desarrollarse algo de vegetación, principalmente zarzas y matas aisladas de brezos y tojos, hasta formar de nuevo las tradicionales “sebes” o setos vivos. Es bien conocida su importancia como zona de refugio, nidificación y alimentación para diferentes especies de aves, entre ellas tarabillas comunes (Saxicola rubicola), escribanos cerillos (Emberiza citrinella) y los mencionados alcaudones dorsirrojos.

Pues bien, en una de dichas sebes pude observar cómo una pareja de esta última especie cebaba a cuatro pollos volanderos que se refugiaban en el interior de un espeso zarzal donde seguramente se encontraba el nido. Llevaba un buen rato contemplando desde el interior de mi vehículo el continuo ir y venir de los padres con numerosas y variadas cebas, como ortópteros, dípteros y arácnidos, cuando, de repente, ambos comenzaron a emitir un sonido de alarma y a agitar las colas de manera característica. Estuvieron así durante un buen rato, hasta que pasaron volando por encima de donde yo estaba y se posaron en los postes situados a mi derecha. Cuando me giré hacia ese lado pude ver el motivo de su alarma. Un armiño (Mustela erminea) olfateaba subido a uno de los postes, probablemente en busca de los pollos. Los padres se encontraban cerca de él, sobre los alambres, chillando sin parar. El armiño bajó al suelo y se desplazó hasta el siguiente poste oculto por la vegetación, mientras los alcaudones lo seguían moviéndose por los alambres. Estuvieron así durante varios metros hasta que por fin pareció pasar el peligro. Los padres se tranquilizaron y pudieron continuar cebando a los pollos, que se mantuvieron todo el tiempo a salvo, inmóviles dentro del zarzal.