Editorial

Ciencia (y conciencia) ciudadana

Domingo 31 de diciembre de 2023

Cuando aún no estaba acuñado el concepto, los miembros de los grupos de anillamiento ya se ajustaban a la perfección al modus operandi y a los objetivos de la ciencia ciudadana. Seguro que muchos lectores aún recuerdan, e incluso algunos seguirán en ello, cómo se apuntaban minuciosamente los datos biométricos de los pájaros que caían en las redes japonesas, antes de colocarles la correspondiente anilla y devolverlos a la naturaleza en el menor tiempo posible. La información recopilada servía de base para que los científicos compusieran luego sus estudios sobre migraciones, fenología y ecología de aves, en una época carente de las actuales tecnologías de seguimiento remoto de la fauna salvaje.

El panorama se ha ampliado y diversificado hasta tal punto, que hoy son legión los naturalistas que dedican su tiempo libre a disfrutar de sus respectivas aficiones, al tiempo que recopilan datos de campo y los comparten –¿por qué no?– a escala planetaria y en tiempo real. Algo impensable hace apenas unos años. Para eso ha sido fundamental la sencillez y la proyección que aportan aplicaciones móviles y plataformas digitales como eBird, iNaturalist u Observation.org, por citar algunas. El resultado es una radiografía, en cada momento y en todos los rincones del planeta, de lo que ocurre en la naturaleza, a disposición plena e inmediata de cualquier interesado. ¿Qué opinaría hoy una figura tan destacada y no muy lejana como Francisco Bernis? En estas mismas páginas dejó escrito que él era un ornitólogo de alpargata y bicicleta, que en su época no había guías de campo y que nadie tenía unos prismáticos.

Por supuesto, la comunidad científica ha sido la primera en darse cuenta del valor que tiene este colosal flujo informativo que arranca de los esfuerzos y la generosidad de cada ciudadano de a pie. O, en nuestro contexto, de los naturalistas “de bota”. Con los lógicos filtros de los revisores encargados de cotejar semejante aluvión de datos y las herramientas estadísticas adecuadas, los investigadores encuentran que la ciencia ciudadana va convirtiéndose en un aliado inestimable. Buen ejemplo de ello es la red española de seguimiento de mariposas, formada mayoritariamente por voluntarios, que en 2024 cumple diez años y a la que dedicamos nuestra atención en este número de Quercus (págs. 40-41). Solamente a lo largo del año 2022, BMS España, que es como se conoce de forma abreviada dicha red, ha recopilado casi 100.000 citas correspondientes a unas doscientas especies de mariposas.

Los lepidópteros, como otros grupos zoológicos a los que dedican su atención los activistas de la ciencia ciudadana, tienen el interés añadido de que son buenos indicadores del estado de conservación de los ecosistemas y también de los cambios que les vienen afectando. Por cierto, otros excelentes bioindicadores son los anfibios, como queda reflejado en el artículo de Xiomara Cantera que también publicamos en este número de la revista (págs. 20-25), basado en el trabajo de un equipo de investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) que lleva ya catorce años atento a los que ocurre en dos humedales de la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama.

Muchos grupos ecologistas se crearon en España como respuesta a la indignación que sentían los naturalistas cuando veían desaparecer las especies con las que tanto disfrutaban o eran testigos de la alteración de los hábitats que solían recorrer en sus salidas camperas. A nadie se le escapa ya, por su proyección científica y conservacionista, el potencial que tiene la suma de toda esa información recogida día tras día por miles de personas a través de algunas aplicaciones que han venido a dotar de otra dimensión a los antiguos cuadernos de campo. Este nuevo activismo supone una motivación añadida para que los amantes de la naturaleza se sientan útiles y puedan ayudar a conocer y defender mejor esa biodiversidad que tanto les fascina.

Quercus nació a principios de los años ochenta para dar voz y arropar a todo ese movimiento emergente en defensa de la naturaleza. Cuarenta años después, acogemos con el mismo entusiasmo y brindamos todo nuestro apoyo a esas nuevas formas de crear conocimiento y empatía que la ciencia ciudadana representa. Ahora resulta que un grano sí que hace granero y ayuda más que nunca al compañero.