Miércoles 22 de octubre de 2014
Quercus –¡quién lo hubiera dicho!– cumple 25 años de existencia editorial en este mes de diciembre. Y, por caprichos derivados de una periodicidad estacional durante su primera etapa, alcanza justo ahora el número 250. Cifras a tener en cuenta cuando se trata de una revista combativa e incómoda, pero también rigurosa y didáctica, fiel a su línea editorial desde hace cinco lustros: la observación, el estudio y la defensa de la naturaleza. Pero han sido muchas las cosas que han cambiado entre 1981 y 2006. Aquel primer Quercus con una lechuza en la portada salió a la venta como publicación de referencia para que la titubeante democracia española encauzara sus pasos hacia fórmulas de desarrollo ambientalmente aceptables. Vivíamos en el paraíso natural de Europa y, si habíamos logrado cambiar de régimen político, ¿por qué no intentarlo también con el económico, tan dependiente el uno del otro? El problema, entonces como ahora, es que la solidez del neoliberalismo capitalista está por encima de repúblicas y monarquías constitucionales, incluso de las propias dictaduras. Ni siquiera los pueblos más remotos logran sustraerse a las leyes del mercado. La receta universal de los países desarrollados llega a todos los rincones del mundo con su promesa de riqueza y bienestar, pero oculta el precio que hay que pagar en forma de insumos ambientales.
En esta tesitura, ¿qué cabe esperar de Quercus en los próximos 25 años? Pues algunas novedades formales y muy pocas de fondo. Apoyados en el avance de la ciencia y en el trabajo de los amantes de la naturaleza, ya sea a título individual o como miembros del movimiento asociativo, seguiremos dando argumentos de peso para que, quienes tienen poder de decisión, no se excusen en la ignorancia cuando perpetren nuevos atentados ambientales. Ocurren a diario y, aunque la factura nos llegue más tarde, nunca son gratuitos.
Pero un cumpleaños debe ser siempre un acontecimiento feliz. Después de dar muchos tumbos y de pasar por dos propietarios y al menos siete sedes, la revista se encuentra firmemente afianzada en la Editorial América Ibérica, lo cual es una garantía de futuro. Mientras no cojee ninguna de las cuatro patas del banco, es decir, empresa, redacción, colaboradores y lectores, Quercus tiene ante sí un amplio camino, independientemente del soporte que nos obliguen a adoptar las nuevas tecnologías y los hábitos de lectura. Nuestra importancia ha residido siempre en el mensaje, en los contenidos, como queda patente en el afán de quienes fotocopian las páginas de la revista o en las crecientes peticiones de artículos en formato electrónico; que, hoy por hoy, como revista impresa, no podemos atender.
Quizá la lechuza del número 500 de Quercus tenga tres dimensiones y emita sus intimidadores bufidos en tiempo real, pero allí estará reclamando ratones de campo y desvanes, medidas agroambientales compatibles con su existencia, respeto a las rapaces nocturnas y un mundo más habitable, no sólo para ella, sino también para todos los demás.