El Coto de Eira y sus bosques aledaños

Pocos podrían imaginarse que a menos de veinte kilómetros de dos ciudades tan pobladas como Vigo y Pontevedra, una noche cualquiera, pueda haber un grupo de lobos ibéricos acechando a una yegua con su potro mientras descansan cerca del resto de la manada. Un poco más abajo, en lo profundo del extenso robledal centenario, un búho real posado en un árbol a la orilla del pantano observa curioso cómo bebe el corzo poco antes de huir sobresaltado por la llegada de los ruidosos jabalíes. Estas escenas pueden darse es una zona de media montaña que aún conserva notables valores naturales y que sobrevive milagrosamente a escasa distancia de la superpoblada costa pontevedresa, con sus más de medio millón de habitantes. Alberga saludables masas forestales autóctonas en buen estado de conservación, entre las que sobresalen cuatro grandes robledales que cubren más de 200 hectáreas y un pequeño fragmento de alcornocal relicto, además de bosques de ribera, humedales, turberas, landas de brezos y tojos en las zonas altas, ríos de aguas cristalinas y unos paisajes en mosaico donde aún perduran unos sistemas de explotación tradicional que tienden a desaparecer en toda Europa.

Todo esto cabe en una superficie de apenas 2.500 hectáreas, que, sin embargo –y este es su gran secreto–, cuentan con la enorme ventaja de mantenerse conectadas por corredores naturales con los grandes espacios de montaña del interior gallego. Las amenazas son muchas y hay que hacer todo lo posible para lograr que esta zona de alto interés estratégico se conserve.