Ezequiel Martínez, “el de las cigüeñas”

En una prueba rápida, a la frase de “el de las cigüeñas” quien esto escribe respondería automáticamente: “Ezequiel”. Tanto ha llegado a vincularse su nombre con las emblemáticas zancudas que anidan en campanarios y dehesas. Ezequiel, el de las cigüeñas: 44 años, tez sonrosada, pelo abundante, eternamente joven, de aspecto y de mente. Las cigüeñas le enseñaron a volar con la imaginación. Fueron los pilares sobre los que construyó su trayectoria de naturalista dedicado a la divulgación. Se especializó en montar exposiciones fotográficas y calcula que más de tres millones de españoles han pasado ya por las salas que exhiben y trasladan sus mensajes sobre las cigüeñas, los árboles y la conservación de la naturaleza.

Dice que no estudió una carrera –se supone que Biología– porque en casa no había posibles. Pero intentando entrevistarle para redactar su perfil de pionero, uno se da cuenta que más bien lo que le ocurre es que pertenece a esa casta de amantes de la naturaleza inquietos, difíciles de encerrar en un aula, laboratorio o despacho. Su vida es un ir y venir tal, que no hay manera de averiguar la sucesión cronológica de sus pasos y aclarar si primero fue aquello o lo otro. Ezequiel es un hervidero de ideas e inquietudes. Cuando se lanza a contar lo que ha visto o planea, es como una ráfaga de metralleta, sin pausas que permitan el menor resquicio para interrumpirle. Pero hasta cuando se repite le escuchas con interés. Es de los que siempre tiene entre manos historias fascinantes.